Lo que me gusta de la noche

Me gusta el sonido de los grillos, el detalle en el ruido de las cosas cotidianas exaltado por el silencio de la noche. Me gusta tener puesta la pijama o ropa cómoda. Me gusta caminar descalza y sentir el piso frío contagiado por la frescura de la noche. Me gusta pensar en mi día de locura disfrutando con la tranquilidad de la noche que lo cubre todo de quietud. Me gusta mirar las sombras pensando en la luz del día para recordar que el tiempo no se detiene y que así como sale el sol cae la luna. Me gusta sujetar mi cabello y sentirlo suave y llevarme agua fresca a la cara y quitarle todo el quehacer del día, me gusta limpiarla suavemente y ponerle crema a toda mi piel para reconfortarme mientras duermo. Me gusta pensar en lo que me aguarda al día siguiente sin pensarlo como deberes sino como decisiones; me gusta irme a la cama sabiendo que hoy viví y decidí cómo hacerlo. Me gusta sentir las sábanas y mi cuerpo tranquilo reposando y soltando el cansancio que pueda contener. Me gusta escucharme suspirar la noche a poquitos en la oscuridad de una habitación silenciosa. Me gusta pensar en personas antes de dormir, pasear en mis recuerdos y desear mis sueños. Me gusta imaginar y dejarme vencer poco a poco sabiendo que sin darme cuenta me quedaré dormida a profundidad hasta que salga nuevamente el sol. Y cuando ya no puedo más y sé que es momento de decirle adiós a este día, me gusta dejar caer los párpados pesados que ruegan descanso en una noche fiel.

Una noche de febrero en casa,

Cancún, México

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