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La mentira de la felicidad

  • Amairani Martín
  • 8 jun 2017
  • 2 Min. de lectura

He tenido tantos temas para escribir, pensamientos fluyendo en mi mente y emociones inundando mi ser, pero tan poco tiempo para hacerlo, y sobre todo, -debo admitir- tan poco ánimo.

Y hoy que pinta una tarde bella y los rayos del sol se cuelan por mi venta y llenan de calidez esta pequeña habitación, me he querido olvidar de todo, apagar la música y desconectarme del teléfono y sólo escribir. He buscado entre mis viejos escritos y no ha sido hasta leer esta frase, que he decido sobre qué escribir: La felicidad dura contados minutos.

Qué ironía, anoté eso un cuadernito al que le quedan muy contadas hojas. Fue hace como uno o dos meses, tal vez en abril. Tal vez uno de esos días en que me ocurrió algo que me alegró y me hizo sentir profundamente feliz, pero, que al poco rato aquel sentimiento se esfumó. La verdad es que esto ocurre frecuentemente, aunque el hombre sueña y anhela su felicidad debe saber que la felicidad es momentánea. A ratos uno está feliz, más tarde no se sabe si así será. Como todo en la vida, los momentos felices también pasan; a veces duran días, a veces horas, a veces minutos...

Esto es algo de lo que he aprendido en mi escasa experiencia de vida. Uno no puede vivir esperando que la felicidad llegue, ni imaginando que un día será feliz por siempre, porque habrá vivido engañado.

La ilusión de la felicidad puede ser tan dañina en ocasiones, que en momentos de sufrimiento pensar en ella puede sumar más sufrimiento a nuestras penas. Ya lo escribió Dante Alighieri hace muchos años, "No hay mayor dolor que acordarse de los tiempos felices en la desgracia".

Entonces ¿qué es la felicidad? ¿un sentimiento pasajero, una ocasión, una persona, un lugar, un recuerdo, una emoción fugaz, un estado concreto? ¿Es la felicidad estar enamorado, cumplir un sueño, alcanzar un meta, ver a un amigo? ¿Es realizar un viaje, salir de compras, ir a una fiesta, ver una película, leer un libro, comer chocolate?...

La felicidad es, según Aristóteles “un estilo de vida”. Cada quien tiene que hallarla a su manera, en su vivir. No se busca, no se espera, no se sueña, no se compra. La felicidad se ejerce, se elige. Uno puede elegir vivir una vida feliz, y aún en los momentos de pena ésta esperanza de la felicidad puede ser un consuelo. El consuelo de saberse una persona feliz, con una vida feliz. Recuerdo que una vez alguien me dijo que no es lo mismo estar feliz que ser feliz.

La felicidad es deliciosa porque rompe con todo, renueva todo. Cambia nuestra forma de mirar, de andar, de hablar, de pensar... siempre que se elige.

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